Pero por mucho que hablemos no saldremos de lo que es: un atardecer digno de la costa del mar, visto desde el fondo de una vivienda en alguna manzana de alguna ciudad poco poética.
Esto, nos debería encender una alerta: los mejores paisajes parecen dignos del olvido si nos equivocamos el punto de observación. Un espíritu amargado es como el fondo de la casa: no está reservado a la belleza, y en cambio está poblado de obstáculos que se roban el esplendor del momento.
0 comentarios:
Publicar un comentario